Introducción
BlackRock es un nombre muy presente en el mundo financiero. Pero ¿qué es exactamente esta entidad? En pocas palabras: BlackRock es el mayor gestor de activos del planeta. En los últimos años, además, se ha convertido en un actor de gran peso dentro de la industria cripto. Gracias a BlackRock se lanzaron a principios de 2024 los primeros ETF (exchange traded funds) de Bitcoin (BTC) spot en Estados Unidos. Pero antes de profundizar en ello, conviene retroceder al inicio, ya que BlackRock no siempre fue un gigante financiero.
La compañía fue fundada en 1988 por Larry Fink y un pequeño grupo de profesionales del sector. Lo que comenzó como una firma de inversión relativamente modesta creció, en pocas décadas, hasta convertirse en la mayor gestora de activos del mundo. ¿La clave de este éxito? Una combinación de tecnología innovadora, liderazgo visionario y un enfoque único en la gestión del riesgo.
La joya de la corona y pieza esencial de BlackRock es Aladdin, un sofisticado sistema de software que analiza riesgos de inversión y ayuda a gestionar carteras multimillonarias. Hoy en día, Aladdin no solo es utilizado por BlackRock, sino también por cientos de grandes instituciones financieras en todo el mundo. De este modo, la influencia de la compañía va mucho más allá del capital que gestiona directamente.
Actualmente BlackRock administra más de 10 billones de dólares en activos, distribuidos entre inversores institucionales, fondos de pensiones, gobiernos y particulares. Para hacerse una idea: el PIB mundial ronda los 106 billones, mientras que el de España es de unos 1,6 billones. Es decir, BlackRock gestiona varias veces la economía anual de países enteros.
Influencia en mercados y políticas
El impacto de BlackRock en la economía global no tiene comparación. Como mayor gestora de activos del mundo, influye directamente en cómo fluyen los capitales entre sectores, continentes y clases de activos. Posee participaciones millonarias en prácticamente todas las grandes empresas cotizadas, lo que le da voz en consejos de administración de todo el planeta.
Tiene posiciones significativas en gigantes tecnológicos como Apple, Microsoft y Amazon, pero también en bancos, compañías energéticas y farmacéuticas. A través del voto en juntas de accionistas influye en cuestiones clave como sostenibilidad, remuneración de directivos y estrategias empresariales. Esto ocurre gracias a su peso en ETF e index funds, donde BlackRock ejerce los derechos de voto en nombre de sus clientes.
Su poder no se limita al mercado bursátil. En momentos de crisis económicas, gobiernos y bancos centrales recurren a BlackRock como asesor o incluso como ejecutor de programas de rescate. Durante la pandemia de COVID-19, por ejemplo, la compañía desempeñó un papel clave en la implementación de políticas de estímulo en EE. UU., gestionando compras de bonos para la Reserva Federal. Esta estrecha relación con los poderes públicos ha generado críticas sobre conflictos de interés y falta de transparencia, ya que un actor privado como BlackRock llega a tener una influencia directa en políticas públicas sin mecanismos claros de control democrático.
Otro aspecto clave es su infraestructura tecnológica. Aladdin, en particular, se ha convertido en el sistema nervioso central de los mercados financieros globales, analizando riesgos y guiando decisiones de inversión sobre carteras valoradas en más de 20 billones de dólares, incluyendo las de otros bancos y gestoras. Esto implica que posibles fallos o riesgos en Aladdin tendrían repercusiones a escala mundial.
En resumen, BlackRock no es un inversor pasivo, sino un jugador influyente que orienta el flujo de capital, las políticas y la innovación financiera.
El salto al mundo cripto: de observador a líder
Hasta hace pocos años, BlackRock mantenía cierta distancia respecto a la industria cripto. Aunque ya prestaba atención al auge de los activos digitales, evitaba implicarse de forma directa. El propio Larry Fink, CEO de la firma, fue durante años abiertamente escéptico con respecto a las criptomonedas. Todo cambió en el verano de 2023, cuando BlackRock presentó una solicitud para lanzar su propio Bitcoin spot ETF: el iShares Bitcoin Trust (IBIT).
La Securities and Exchange Commission (SEC) de EE. UU. bloqueó durante años este tipo de productos, pero en enero de 2024 dio finalmente luz verde a varias solicitudes, incluida la de BlackRock. Así, la compañía se convirtió en una de las primeras grandes gestoras en ofrecer un producto regulado de Bitcoin tanto a clientes minoristas como institucionales.
El éxito fue inmediato: en los primeros meses se inyectaron miles de millones en el fondo, que pasó a la historia como el ETF con el mejor lanzamiento de todos los tiempos.
Pocos meses después, en julio de 2024, BlackRock lanzó su iShares Ethereum Trust ETF (ETHA). Por ahora, los únicos ETF cripto de la compañía son los de Bitcoin y Ethereum (ETH), aunque ya circulan especulaciones sobre futuros fondos basados en Solana (SOL) y Ripple (XRP).
El mensaje de BlackRock es claro: las criptomonedas han dejado de ser un simple pasatiempo de entusiastas tecnológicos y pequeños inversores para consolidarse como un activo de inversión serio, apto para carteras institucionales.
¿Qué significa esto para el mundo cripto?
La entrada de BlackRock al mercado cripto supuso un punto de inflexión. Bitcoin, que nació como alternativa al sistema financiero tradicional, está siendo cada vez más adoptado por esas mismas instituciones. Para algunos, esto demuestra la madurez del sector. Para otros, supone la pérdida de los ideales originales de descentralización y autonomía frente al capital concentrado.
Lo cierto es que BlackRock abre la puerta a nuevos inversores en el mercado cripto. Para muchas instituciones, invertir directamente en Bitcoin era demasiado complejo o arriesgado. Con la llegada de productos regulados como el fondo IBIT, esas barreras se reducen drásticamente.
Además, BlackRock aporta liquidez y estabilidad al mercado. Los ETF facilitan mover grandes cantidades de capital hacia y desde Bitcoin sin la volatilidad extrema que suele acompañar a las compras directas en exchanges.
Desde el propio sector cripto, sin embargo, no todo son elogios. Surgen interrogantes: ¿qué ocurrirá si BlackRock, con su enorme influencia, intenta incidir en el desarrollo técnico de blockchains? ¿O si llega a ejercer derechos de voto en estructuras de gobernanza de redes descentralizadas?
BlackRock como eje de la economía moderna
BlackRock es mucho más que un gestor de activos. A lo largo de las últimas décadas se ha convertido en una pieza de poder central en el sistema financiero mundial, con presencia en mercados de acciones y bonos, políticas públicas, infraestructuras tecnológicas y, desde 2024, también en la industria cripto.
Con su inmenso capital bajo gestión, su uso estratégico de la tecnología y su papel activo en el diseño de políticas, BlackRock ocupa una posición única: no solo gestiona inversiones, también influye en la dirección de economías enteras y hasta en las decisiones de gobiernos.
Esta concentración de poder conlleva responsabilidades. En un mundo donde los mercados están cada vez más entrelazados con la política y la tecnología, la transparencia y la supervisión sobre actores como BlackRock resultan esenciales. Su ascenso refleja cómo el poder financiero se ha concentrado en un pequeño grupo de instituciones.
De cómo utilice BlackRock ese poder —para bien o para mal— dependerá en gran medida la solidez, la justicia y la resiliencia del sistema financiero global. Lo que es seguro es que allí donde se toman las grandes decisiones económicas, BlackRock nunca está lejos.